Con título traducido al español como La cinta blanca o El listón blanco (Una historia alemana para niños), esta película austriaco-alemana fue la encargada de cerrar el viernes 27 de abril el mes que nuestro cineclub dedicó al universo infantil. Dirigida por el austriaco Michael Haneke, La cinta blanca obtuvo la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2009, además de hacerse acreedora a otros premios y nominaciones en diversos festivales de cine alrededor del mundo.
Filmada con un portentoso trabajo de fotografía en blanco y negro, esta película de Haneke nos introduce en el opresivo y enrarecido ambiente de Eichwald, un pequeño pueblo ficticio ubicada en el norte de Alemania en los meses previos al inicio de la Primera Guerra Mundial y en el cual se desatan una serie de hechos violentos de autoría insondable. La historia es narrada a partir de los recuerdos de un hombre ya viejo que en su juventud fungió como profesor en Eichwald y que después de muchos años aún trata de establecer algunas conjeturas con respecto a qué aberrantes instintos se agazapaban en el pueblo que lo acogiera tiempo atrás.
La relación que el ex-profesor del pueblo hace de los crímenes sin autor o autores visibles, son el hilo conductor de una trama que en realidad se plantea desde las vicisitudes particulares de varios niños y adolescentes de Eichwald: los hijos del pastor protestante del pueblo, que deben soportar continuas humillaciones de su padre cada vez que trasgreden el estricto código de conducta familiar y comunitario (humillaciones entre las cuales destaca la de portar una cinta blanca atada al brazo o en el cabello, como símbolo de una pureza aún no lograda); la hija adolescente del médico viudo, que debe tolerar con sumisión y asfixiante disimulo el ser una de las compañeras sexuales de su padre; los hijos de un anciano labrador que deben enfrentarse a su propio progenitor para cuestionar la injusta y casi feudal relación entre los pobladores de Eichwald y el acaudalado barón que controla inexorablemente sus destinos; los hijos del administrador del barón, que viven la insoportable dicotomía de jugar el papel de amigos complacientes del hijo del patrón de su padre y al mismo tiempo experimentar envidia casi asesina por ese niño aristócrata que representa lo que ellos no pueden ni podrán ser...

La calma y el orden que por mucho tiempo han dominado en Eichwald y que su población adulta se empeña en preservar a cualquier precio, finalmente se ven interrumpidos en el verano de 1913, cuando el caballo que lleva al médico a su hogar tropieza con un fino cable tendido a lo ancho del camino con clara intención homicida. El inusitado hecho conmociona al pueblo por algunos días, pero más preocupados por aferrarse a que Eichwald es un paraíso imperturbable, pronto olvidan hasta la necesidad de hallar al o los culpables. Sin embargo, los sucesos extraños y siniestros ya no dejarán de ocurrir: poco después vendrán la destrucción y el incendio de algunas propiedades del barón, así como la sádica tortura a su primogénito; también llegará el día en que ese afán de violencia extrema sin rostro se dirija hacia el niño con síndrome de Down que el médico ha engendrado con la partera del pueblo... Y todo lo anterior sucederá en el marco de la ominosa y perturbadora presencia de los niños y las niñas de Eichwald, que a manera de ángeles con oscuras intenciones, no dejarán de estar presentes en los lugares y en los momentos directamente relacionados con la comisión de los hechos violentos. Sin embargo, la única persona que al final sospechará que el mal anida en los corazones de los niños del pueblo, será el propio profesor (el cual, al expresar sus sospechas ante el severo pastor protestante, sólo recibirá la orden de callar y la amenaza de pisar la cárcel si insiste en indagar).

Si bien La cinta blanca ha sido constantemente señalada como una película que intenta dejar en claro por qué Alemania se entregó a más de 3 décadas de locura autoritaria y genocida a partir de 1914, no creo que Michael Haneke haya tenido una pretensión tan arrogante (aunque momentos de la cinta como el incendio a la propiedad del barón y la agresión contra el niño con sindrome de Down, prefiguran de manera escalofriante las medidas de persecución y limpieza que los nazis implementarían entre 1933 y 1945). El nazismo, al igual que todo proceso social e histórico, es multidimensional en cuanto a sus causas y consecuencias; dentro del "rompecabezas" que lo anterior implica, La cinta blanca sólo sería una de muchas piezas, aunque de gran relevancia sin duda. Después de ver esta película es inevitable pensar que, aún después de dar al mundo tanta filosofía, tanta literatura y tanta música, en la Alemania de principios del siglo XX que Eichwald representa a manera de un micro-cosmos, algo estaba ya irremediablemente podrido. Y esa podredumbre olía a autoritarismo, a hipocresía, a conservadurismo a ultranza, a relaciones regidas por el sadismo-masoquismo que Erich Fromm con agudeza observó en las "civilizadas" sociedades occidentales del siglo que presenció en menos de 40 años dos guerras mundiales. Además, considero que Haneke apostó a una reflexión de carácter más universal y no exclusivamente a una que ataña al "problema alemán". Pues ¿cómo decir que un país como México no necesita también desandar sus pasos y encontrar su propio Eichwald donde, a manera de un micro-cosmos, podamos observar con crudeza los hechos cotidianos y terribles que engendraron la violencia que hoy nos cerca de manera incontenible?